AGUSTÍN LAGUNA
El
principal opositor de la Unión Sindical Obrera de Udías fue el marqués de
Comillas, por su apoyo a la patronal y al clero
El descontento de los obreros mineros
de Udías, a principios del siglo XX, ocasionó continuas protestas, que acabaron
en un entendimiento imposible entre patronos y obreros. Las huelgas de febrero en
1903 y en noviembre de 1904 fueron reflejo de esta tensa situación, que ponía
de relieve las deficientes condiciones de vida de los mineros, con bajos
salarios, hacinados en barracones, interminables jornadas de trabajo a destajo
y con un sistema sanitario casi inexistente.
La Real Compañía de Minas Asturiana (fundada
en 1833 por la familia de origen belga Lesoinne y los catalanes Joaquín Ferrer
y Felipe Riera) reaccionó a las huelgas
construyendo algunas viviendas más para mineros, un economato en 1906, y un
pequeño hospital en 1912. El paternalismo industrial fue un recurso utilizado
para controlar a los obreros en las cuencas mineras de Asturias y Cantabria,
donde patronos y eclesiásticos sustentaron el Sindicato Católico para
contrarrestar movimientos de izquierdas como la UGT.
José Sierra Álvarez, en su trabajo Minería
y patrimonio minero en Udías hace referencia a esta connivencia entre la
Iglesia montañesa y los propietarios de las explotaciones mineras, citando una
carta del presbítero Aureliano Peña, fechada el 9 de julio de 1919, en la que
escribe «Continuamos haciendo la propaganda que nos es posible entre los
mineros de Udías, (...) de lo que está enterado el director de la mina (...)
que está dispuesto a hacer todo lo que pueda por el Sindicato Católico».
Es precisamente en 1919 cuando surge
la Unión de Obreros Mineros de Udías, de signo socialista, que llegó a
construir una Casa del Pueblo, junto al puente sobre el que pasaba el
ferrocarril en Casas de la Mina (los integrantes de este movimiento obrero
quedaron reflejados en una fotografía
tomada el Primero de Mayo de 1920, cuyo original se encuentra en la posada
rural La Gándara).
El movimiento obrero de esta época se
articula a partir de 1910 con la fundación del SOMA (Sindicato de Obreros
Mineros de Asturias) por Manuel Llaneza. Los años 20 estuvieron presididos por
la crisis final del sistema de la Restauración (1917-1923) y la Dictadura de
Primo de Rivera (1923-1930).
El historiador Jesús Gutiérrez
Flores, señala en Lavida política en la Reinosa de los años 20 (Cuadernos
de Campoo, nº30) que la exacerbación de los conflictos terminaron con la
Restauración, sistema al que califica como «caciquil o de turno».
El final de la Primera Guerra1 Mundial originó
una profunda crisis económica y un alza de precios que dio como resultado la
huelga general de 1917. En el verano de 1921, todo el país se conmovió con el
denominado Desastre del Annual en Marruecos, en el que 10.000 españoles
murieron, la mayoría de ellos degollados por los rebeldes marroquíes, debido al
desastroso mando militar del general Navarro y el coronel Silvestre.
Ese mismo
año se funda el Partido Comunista y los enfrentamientos entre sindicalistas se
hacen patentes en Barcelona, cuando pistoleros del Sindicato Libre, pagados por
algunos patronos, se enfrentan a los anarquistas y sindicatos de izquierdas.
España se sumerge en una gran crisis política, en la que republicanos y socialistas
penetran fácilmente en el tejido social obrero.
Los mineros de Udías no son ajenos a
esta situación, organizados en la Unión de Obreros Mineros de Udías y afiliados
la mayoría de ellos al Sindicato de Obreros Mineros Montañeses, espejo del SOMA
asturiano, un sindicato caracterizado por tener «un organigrama democrático,
centralizado, una gran caja de resistencia y una práctica sindical pragmática y
negociadora. En 1919 el 84,5% de los mineros (28.883 de 34.000) estaban
afiliados a este sindicato, según documenta José Bernardino, antiguo ayudante
minero del Pozo Figaredo de HUNOSA en Asturies Minera
(http://mineria.iespana.es/mineria/)».
El Sindicato de Obreros Mineros
Montañeses tiene también este carácter sindical pragmático, opuesto en su
método al de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) de corte anarquista,
con escasa implantación en la minería, y con planteamientos basados en la
acción violenta y la huelga revolucionaria. La principal oposición de la Unión
de Obreros Mineros de Udías era, como se ha dicho, el clero y la patronal,
apoyados por el marqués de Comillas.
Este sindicato montañés,
perteneciente a la UGT y a la Federación Nacional de Mineros, se fija como
objetivos el aumento de los salarios, la reducción de la jornada y la supresión
del trabajo a destajo; esto es, los aspectos relacionados con el mundo laboral,
dejando claro en su reglamento fundacional (firmado por Luis Pérez y
Buenaventura Iglesias, en Cabárceno, el 22 de julio de 1920) la libertad de
militancias políticas y religiosas.
En el artículo ocho queda explícito
su intención negociadora al pedir a los obreros que se esfuercen «en prevenir
las huelgas (...) proponiendo a los patronos la creación de un tribunal de
arbitraje, compuesto mitad obreros mitad patronos». Más adelante «prohíbe
abandonar el puesto de trabajo cualquiera que sea la reclamación (...) sin
antes delegar en el sindicato para conciliar la diferencia con los patronos».
Los fondos se destinaban a la
administración del sindicato y a la prevención de huelgas, estableciendo cuotas
mensuales de pago distintas según se tratase de mayores de 18 años (1,25
pesetas), entre 16 y 18 años (1 peseta) y mayores de 55 años o mujeres (65
céntimos de peseta). El Sindicato de Obreros Mineros Montañeses ponía a
disposición de todos sus afiliados de un consultorio jurídico en Santander,
atendido por Roberto Álvarez Eguren, un antecesor de los actuales abogados
laboralistas.
Poco después de la fundación de la
Unión de Obreros Mineros de Udías, a mediados de 1919, el sindicato consigue
sus primeros objetivos, obteniendo de la patronal la reducción de la jornada de
once horas y medía a sólo ocho horas, el aumento de salarios, la supresión de
ciertas tareas, y el reconocimiento de los delegados sindicales.
En un artículo titulado El amarillismo
va a Udías (El Socialista, 19 de julio de 1919, pag. 2), citado
también en el trabajo de José Sierra, se pone de manifiesto que estos logros no
fueron logrados con facilidad, criticando los métodos del sindicato amarillo al
difundir «una hoja impresa, clandestina y anónima, que habla en nombre de unos
obreros católicos ignorados en Udías...».
UGT
previene en este artículo de los efectos del amarillismo, abortando una huelga
en 1912: «cuando parecía que iba a terminar en una gran victoria intervinieron
unos frailes misioneros, ofrecieron 2.000 pesetas para crear un círculo
católico, especie de panacea contra los sinsabores de las pobres gentes, y a
favor de los hermanos se declararon la empresa explotadora, la Guardia Civil y
los caciques, hundiendo entre todos la huelga, propinando a aquellos
trabajadores una derrota y tras ella las consiguientes represalias. No se
volvió a saber más de los frailes, ni de sus pesetas, ni de su salvador
proyecto».
Publicado en EL MUNDO CANTABRIA por Agustín Laguna
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