miércoles, 8 de octubre de 2014

ÉBOLA La realidad trágica de los que trabajan en Ebola


El personal sanitario y no sanitario de los ministerios de Salud y ONG que luchan contra la enfermedad del Ébola desde marzo de 2014 se encuentran en primera línea del frente de batalla, en la que el riesgo cero es inexistente por mucho que las más estrictas medidas de seguridad se pongan en práctica. La mayor amenaza, sin embargo, para los trabajadores permanece viva en la comunidad en la que residen, no en los centros sanitarios. Desde marzo, ocho trabajadores de Médicos Sin Fronteras (MSF) han fallecido y catorce han resultado infectados.


En total, se calcula que más de 240 trabajadores sanitarios de los ministerios de salud y diferentes ONG han resultado infectados, de los cuales 120 han muerto. Gran parte del personal médico tiene demasiado miedo a la infección como para acudir a sus puestos de trabajo, y  en Sierra Leona y Liberia muy pocos centros de salud han recibido los materiales de protección y desinfección necesarios. El resultado de esta situación es que muchos centros de salud permanecen desiertos y miles de personas se han quedado sin atención médica.
 MSF pone en práctica barreras de control muy estrictas, como el uso de ropa de protección personal para aquellas personas que tienen contacto con los pacientes. Además, los centros de control de Ébola han sido especialmente diseñados para asegurar la mayor seguridad posible: se llevan a cabo tareas de limpieza y desinfección con carácter regular, hay una eficaz gestión de residuos,  se asegura un espacio suficiente entre pacientes y una clara distinción entre espacios de alto y bajo riesgo, y hay una buena iluminación. El personal que puede acceder a las zonas de alto riesgo está restringido mediante procedimientos administrativos, y solo tienen acceso un número limitado de sanitarios: solo entran aquellos que son necesarios y que disponen de permiso adecuado, y las horas de permanencia en el interior son asimismo controladas.
 Los equipos de personal internacional va cambiando cada cuatro o seis semanas, lo que asegura que el personal no se cansa demasiado y se reduce el riesgo de cometer equivocaciones. Además, se trabaja siempre en pareja, de forma que un compañero controla y asegura las acciones del otro y viceversa.
 Con años de experiencia en brotes de Ébola, MSF minimiza al máximo los riesgos de su personal. No se puede garantizar, aun así, la ausencia de riesgo. Todos aquellos que trabajan en MSF conocen esta situación y la aceptan.
Más allá de los riesgos en las estructuras médicas, el Ébola existe en las comunidades en Guinea, Liberia y Sierra Leona y por lo tanto existe una amenaza potencial para todos los que viven en ella. Nuestro personal forma parte de comunidad, y ahora mismo esta es una comunidad amenazada por la enfermedad. Desgraciadamente, nuestro personal no es inmune a ello.
 Desde que MSF comenzó a trabajar en la respuesta a la epidemia, 14 personas de la organización  han resultado infectadas (una de ellas, internacional). Pese a que se les admitió en los centros de control de Ébola, ocho de ellos han fallecido, un recordatorio constante de la virulencia de la enfermedad y de cómo se ceba en las comunidades que la sufren.
 Esta tragedia, en la que los que tratan a los enfermos también resultan afectados, supone siempre un paso atrás en la lucha contra la epidemia y subraya la necesidad de que se adopten las medidas necesarias para comenzar a detener su extensión.
  Con casi 3.000 personas trabajando en la región y dado el rápido avance de la enfermedad entre las comunidades, junto con la respuesta lenta e insuficiente de la comunidad internacional, es probable que sean más los trabajadores de MSF los que se vean afectados por la infección. A MSF solo le queda pedir de nuevo que la comunidad internacional actúe de inmediato y con la contundencia necesaria para detener una epidemia de estas características.
FUENTE: MSF
FOTO: © Caitlin Ryan/MSF

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