Liliana Andrade, anestesista brasileña
Una
anestesista habla de las dificultades de tratar a víctimas de bombardeos, con
heridas que cubren todo su cuerpo y que pueden implicar fracturas,
aplastamiento y quemaduras
Liliana Andrade, de 39 años, es
anestesista y ha trabajado en proyectos en Pakistán, República Democrática del
Congo, Haití y Sudán del Sur. Trabajar en zona de conflicto armado no es nuevo
para ella, pero su segunda misión en Gaza, en medio de uno de los conflictos
más violentos de nuestros días, fue totalmente diferente a lo que había
experimentado hasta entonces, tanto profesional como personalmente.
«Las víctimas de bombardeos presentan
heridas que son muy diferentes de lo que he tratado antes. Grandes partes del
cuerpo pueden estar quemadas a la vez, hay fracturas expuestas, miembros
aplastados, traumatismos. Todo ocurre a la vez», explica.
Durante su primera misión en Gaza, la
situación en el país no era buena pero se respiraba una especie de sensación de
paz en el aire, y los equipos de MSF, al igual que otras organizaciones
humanitarias, tenían la libertad de ir y venir a todas partes. Esta vez, la
historia ha sido totalmente diferente. Liliana ha vivido una mezcla de
emociones durante su misión de 55 días que nos cuenta a su regreso de Gaza en
la siguiente entrevista.
¿Qué
dirías que ha cambiado más en los últimos dos años en Gaza?
Aunque Gaza siempre había sido un lugar
peligroso, no me sentí así la primera vez que estuve allí en 2012. En esa
ocasión, trabajaba en un proyecto de cirugía reconstructiva en el sur.
Naturalmente, había problemas de seguridad asociados en su mayoría a la llegada
a Israel y tener que cruzar la frontera, pero podíamos salir y teníamos
libertad de movimientos. Ahora era de casa al hospital y del hospital a casa.
Sólo tras el último alto el fuego tuvimos permiso para ver la ciudad. La mayor
parte del tiempo había peligro de explosiones, el ruido de las bombas era
frecuente. Como en el quirófano nos concentrábamos en las necesidades de los
pacientes, y como no había ventanas, no podíamos escuchar nada. Sin embargo,
por la noche, sin apenas ruido en la calle, podías oír e identificar claramente
el ruido de los bombardeos. El estrés emocional y psicológico fue enorme desde
el momento que decidí asumir esta misión con MSF. Significaba desde el
principio entrar en la guerra.
¿Y
qué hay de las necesidades médicas de los pacientes en relación a las personas
que habías tratado en otros conflictos armados?
Mi experiencia en zonas de conflicto era
distinta. No había bombas, ni misiles ni cohetes en los lugares en los que
había estado. No hay nada comparable a una herida de guerra por artefacto
explosivo. Las víctimas de bombardeos presentan heridas que son muy diferentes
a las que había tratado antes. Grandes partes del cuerpo pueden estar quemadas
a la vez, hay fracturas expuestas, miembros aplastados, traumatismos. Todo ocurre
a la vez. Traté a una muchacha con el fémur derecho fracturado justo al lado de
la raíz de muslo. La energía necesaria para generar este tipo de herida es
absurda; se trata de un traumatismo extremadamente violento. Un paciente
quemado ya supone mucho trabajo, con esta clase de heridas, la cosa no hace más
que empeorar. Era demasiado: acudía a nosotros alguien quemado pero también con
el tórax abierto de par en par de forma que podían vérsele hasta las costillas.
Muchos
de los que trabajaban contigo eran locales, personas que viven justo allí.
¿Cómo reaccionaban ante lo que estaba ocurriendo?
Una cosa es estar allí con MSF sabiendo
que nuestra familia y amigos están a salvo. Y otra cosa es ir a trabajar
sabiendo que tu familia está en peligro. Había veces, muchas veces realmente,
cuando muchos de ellos no podían llegar al trabajo debido a la inseguridad. El
mismo coordinador médico tuvo que llevar a su familia al recinto de MSF y
estaba muy tenso. Un enfermero que tiene tres hijas pequeñas constantemente les
engañaba poniéndoles música para que no escuchasen el ruido de las explosiones
y contándoles que se trataba de una obra de teatro para que no se percatasen de
la realidad. Su historia me emocionó.
Teníamos que estar juntos todo el
tiempo, y esperar al coche de MSF. Sólo podíamos desplazarnos con permiso. En
la casa de MSF en la que vivíamos había una habitación de seguridad, a donde
íbamos siempre que había bombardeos. Realmente creo en los procedimientos de
seguridad de MSF. La organización mantiene una buena relación tanto con el
gobierno de Israel como con el de Palestina y nos respetan, lo que cambia mucho
las cosas.
¿Hay
algún paciente que te haya marcado más?
El día más emotivo para mí fue cuando vi
a un paciente que había tratado en 2012. Víctima de una explosión a la edad de
7 meses, tuvo que someterse a varias operaciones quirúrgicas cuando cumplió los
3 años. Por aquel entonces, solía verle a diario en el programa de cirugía
reconstructiva. Mi último día allí le pedí a su madre que le dijese en inglés
que me marchaba. Me arrodillé para que pudiese mirarme a los ojos y me dijo,
“Te quiero, Lili”. Inmediatamente, rompí a llorar. Tenía la sensación de que
nunca volvería a verle de nuevo. Cuando llegué a Gaza, empecé a preguntar por
él, y un buen día, completamente por sorpresa, le vi esperándome cuando regresé
del hospital. Me dijo que se acordaba de mí y, naturalmente, me emocioné mucho.
¿Cómo
fue la experiencia de estar allí al principio y al final de los varios alto el
fuego?
Con la expectativa de un alto el fuego
temporal, los equipos sanitarios salían a trabajar al hospital con toda
normalidad, pero preparados para un aumento del número de pacientes tan pronto
como el periodo de paz terminase. El ambiente era de miedo, ansiedad por lo que
iba a ocurrir. No sé si volveré a sentir algo así de nuevo. Todos esperábamos
al igual que toda la población, naturalmente, que se anunciase un alto el fuego
duradero. Y cuando al final ocurrió, fue sorprendente. Todo el mundo lloró.
Teníamos los sentimientos a flor de piel por el hecho de estar allí en este
preciso momento. Puedes ver lo que la verdadera felicidad significa para toda
la población. No es como cualquier otra celebración: sus vidas estaban en
juego.
¿Volverías
a Gaza?
Por descontado.
FUENTE: MSF
FOTO: © Isabelle Merny / MSF
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